«Horóscopo Jurídico»

«La SEGURIDAD JURÍDICA en horóscopos y likes»

La campaña «electoral» de Simón Bolívar

   «Si mi muerte contribuye para que cesen  los partidos y se consolide la unión, yo     bajaré tranquilo al sepulcro».

Nunca podremos explicar ni comprender cómo, percibiendo por los sentidos, especialmente vista y oído, el mundo ya no crispa la piel ni provoca palabras-acciones. Como si el dolor no doliera y las imágenes del horror, vistas rápidamente, se convirtieran en pasado en el «continuum» de la humanidad, reduciéndose a un «coto de caza».

Tal vez hemos alcanzado el estadio más alto de la civilización humana. Sin llamar retrógradas a las culturas distantes de la «civilización occidental», en todas se percibe que el «umbral del dolor» soportable se eleva cada vez más. El hombre «sentipensante» alimenta los infiernos de la «no sentisolidaridad» humana, donde periclita el ser más frágil de la creación y las más sensibles notas del eterno y frágil humanismo.

En la década de los 90, F. Fukuyama escribió «El fin de la historia y el último hombre». Si quisiera reescribirlo hoy, quizá lo titularía «El último hombre y el continuum de la historia».

Una historia de millones de «Heathcliff» habitando estratégicamente las «Cumbres borrascosas» de la civilización.

¿De qué nos han servido las profundas construcciones teóricas de la filosofía, especialmente la filosofía jurídica y del derecho? ¿No ha sido el derecho fundido en el crisol del dolor de la humanidad?

Horror, sangre y dolor no quedaron confinados en Nuremberg ni en los juicios posteriores. Crímenes de lesa humanidad, los llamó el mundo, y siguen siendo cometidos por nuevos «Hitler», bajo la premisa que, aunque atroces y horrorosos, «son legales». Los dermatólogos no ven que la piel del hombre está escamada y reseca en la «capa del derecho». ¿Sentipensantes?

El acontecer del mundo y de la humanidad ha sido descrito como «hecatombe» y sobre lo cual recientemente el doctor «Luigi» nos ha compartido y deleitado con su profunda reflexión vital, en tanto y en cuanto  ha copado con dedicación varios lustros de su existencia y que con menor intensidad [así se le ha expresado] también hemos surfeado un poco prefiriendo el concepto de cataclismo: «Gran trastorno en el orden social o político. Suceso que altera gravemente el desarrollo o la expectativa de algo».

Denotar hecatombe como sacrificio solemne sugiere un rito con un oferente-oficiante y una víctima-ofrendada. La historia muestra que se ofrecían víctimas a los dioses, buscando lluvia, fertilidad y abundancia, lo que traía, más que paz, guerra y trastorno social o político. La civilización mató a todos los dioses, los ritos, los mitos y los relatos.

Sin embargo, el «sacrificio solemne» y el «trastorno, la alteración grave» de las expectativas humanas no desaparecieron en la evolución. El hombre se halló como «rey de la naturaleza», dotado de poderes infinitos, no a imagen y semejanza de los dioses, sino como «dios mismo», necesitando estar entre semejantes.

Cada dios se hizo «marca» y halló la medida de «la abundancia» en la conjugación permanente del «verbo divino» tirar-reemplazar, por los «sagrados mandamientos de la obsolescencia programada» para la renovación [innovación] con más de lo mismo: el «gatopardismo tecnológico», el multiculturalismo y los dioses de la autopercepción. Se inauguraron los juegos olímpicos entre los dioses, pero ya no bajo el apotegma griego de «Mens sana in corpore sano», sino por los nuevos oros de la competencia donde las únicas prohibiciones son la sana competencia y las mentes sanas.

 

                         

En 1989 cayó «El muro de Berlín» y en 1991 se disolvió la U.R.S.S. tras la salida de Gorbachov. El mundo extendió «acta de defunción al socialismo/comunismo», que consumía con igual deleite las capitalistas Coca-Cola y las hamburguesas McDonald’s.

Sin embargo, el «socialismo/comunismo» sobrevivió a Fukuyama gracias a la «guerra cultural» de Gramsci, permeando gran parte de Europa y manteniendo su bastión en Cuba con su programa de «exportación de la revolución» a Latino e Iberoamérica, con la ayuda de muchos aliados europeos y el hallazgo del tropicalismo en este continente.

 Como solemos decir, a los cadáveres solo sobreviven los gusanos.

Al declive del aparato económico «socialista/comunista» sobrevivió el gusano ideológico, bajo nuevos empaques en grandes y potentes «granjas» de reproducción y diversidad de diseños y presentaciones. Desde T. Malthus sobre demografía hasta los avisos luminosos de «Club de Roma, globalismo, progresismo, democracia abierta de Soros, el Club Bilderberg», y un largo etcétera. Productores de todo el «cul-tur-ismo» y empoderamiento global que culmina con una foto en El Prado, El Louvre, los Campos Elíseos o la Torre Eiffel, y destinos como Turquía. Incluye la «gran industria criminal multimodal transnacional» y sus narrativas, y las siempre contundentes acciones de «los seguristas» en el discurso global-nacional.

En Venezuela, la cobarde diplomacia internacional y los gobiernos de muchos países parecen haber dado un giro del negacionismo, el transaccionismo, el dialoguismo y las soluciones negociadas hacia la exigencia de la verdad, como si apenas ahora descubrieran que no se deben dejar raíces a los males. ¡La libertad por la paga es abyecta y deben entenderlo y pronto los que se han hecho instrumentos de la propaganda del régimen!

El 28 de junio en Venezuela, Maduro no instauró una dictadura, sino que continuó la dictadura instaurada por Chávez en 1999 y profundizada por él mismo. Esta es una dictadura del crimen transnacional con absoluto desprecio por la humanidad, superando todos los límites ideológicos, políticos y humanísticos. No solo amenaza a su pueblo, sino que lo ejecuta sin juicio.

La discusión sobre el «bien y el mal» ha superado toda discusión moral y ética. Desde hace tiempo se repite como mantra: «¡Democracia, bendita seas aunque así nos mates!», pronunciada por Guillermo León Valencia en el sepelio del General Rafael Uribe Uribe.

Es horroroso que en el estadio más alto de la civilización humana, los hombres y los pueblos del mundo, bajo el apremio de exacerbadas condiciones de «temor-necesidad», deban salir a las calles, indefensos, a clamar por la libertad.

Horrorizan, el silencio de «los socialistas» del continente, de «los colectivos empoderados», de los teóricos del derecho  del sur del continente con «El derecho de la izquierda», «el buenismo y el garantismo» y la proclamación contra la milenaria evolución del derecho penal de «la pena como una venganza». Silencio absoluto frente al gran número de: detenidos, desaparecidos, torturados, heridos y muertos, ejecutados sin fórmula de juicio en Venezuela.

Los tiranos no entienden que los hombres y los pueblos volcados a las calles tienen la conciencia y la convicción inquebrantable que, por la libertad, darán hasta la vida misma.

¡Cuándo al fin comprenderemos que la campaña libertadora de Simón Bolívar no fue una campaña electoral!

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